*** Dos paseantes distraidos
han conseguido que el reloj de arena,
de la pena pare, que se despedace,
y así seguir el rumbo que el viento trace.***
En el avión de vuelta, cansados , la Anna se queda dormida.
En mi mp3 suena Jorge Drexler y yo, pienso en como me gustaría poder quedarme unos cuantos dias más callejeando por Roma.
Me quedo con sus calles estrechas llenas de texturas, donde todo parece que se vaya a caer. Sus helados, el increible café, (pues sí no es un tópico, vaya café más bueno, ¡ oiga !), sus "autos locos", sus gentes, la luz, los colores, la pasta, la pizza y esa extraña pero agradable sensación de caos que tiene toda la ciudad.
***
Si alguna vez me pierdo, buscadme sentado en una terracita del Trastevere, puede que una tarde tengais suerte y me encontreis, con la Anna, tomando un expresso macchiato y un capuccino, viendo como el sol se esconde tras las colinas.
Roma: otor lugar donde volver